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Publicado en Escritos
Por Ignacio Ruiz
Lunes, 12 de Agosto del 2024

"Las despedidas son esos dolores dulces"

Por Ignacio Ruiz

La ruptura del corazón se puede entender como una fractura en el tejido del alma, donde algo se quiebra de manera profunda, dejando inconclusas muchas cosas que alguien puede tener con otra persona, generando un sentimiento de vacío y dolor. Es una experiencia necesaria para conectarnos y confrontarnos con la fragilidad de la esperanza, recordándonos la naturaleza transitoria de la vida y las emociones.

Si nos remontamos a la historia del rock nacional, encontramos la primera separación significativa con el adiós de Sui Generis, el dueto conformado por Charly García y Nito Mestre terminó su proyecto musical con una gira a nivel nacional y un emblemático recital en el Luna Park. “Era demasiado joven y no la pasaba bien. Era como una fiesta en la que todos disfrutaban menos el anfitrión. No me quería casar con nadie. Y menos con Nito”, explicó García tiempo después.

En la primavera democrática, tres momentos trágicos marcaron el final de bandas icónicas: la partida de Luca Prodan el 22 de diciembre de 1987 que sentenció la separación de Sumo, la muerte de Miguel Abuelo el 26 de marzo de 1988 que terminó con Los Abuelos de la Nada, y el fallecimiento de Federico Moura en diciembre del 88 que dejó a Virus en duelo, aunque el grupo resurgió gracias a su hermano años más tarde.

“Hemos tenido distancias, momento de crisis, probablemente hablamos de esa situación pero el momento llega cuando llega”, reconoció Cerati en el documental de el Último Concierto de Soda Stereo. En la primavera de 1997, el trío cerraba, en el estadio Monumental, una parte de su historia que diez años después volverían a juntarse.

“¡ESCÚCHENME CARAJO!”, gritó el Indio Solari ante más de 70 mil almas en el Monumental. Con voz firme sentenciaba a futuro que en ese momento podía ser la última vez que Los Redondos tocaran en vivo. Un año después, en el 2001, la banda liderada por Beilinson y Solari daba por finalizado el proyecto musical más importante de la historia cultural argentina.

La primera década de los 2000 cerró con la ruptura de Los Piojos, quienes se despidieron en mayo de 2009 en el estadio de River. Poco después, la muerte de Tavo Kupinski sentenció el final del conjunto musical. Ciro continúa su carrera solista, apelando a la nostalgia de los fans que siguen con la esperanza de una posible vuelta.

Las bandas de rock se llevan en la cabeza, en la piel y en el corazón. Pero, ¿qué sucede cuando esa banda de la que te sentís identificado se disuelve?

El ciclo de vida de una formación de rock puede compararse con el ciclo de la vida. Nace mediante un grupo de amigos o compañeros de colegio. Tiene su desarrollo y crecimiento probando nuevas letras y sonidos. Obtienen la madurez y el éxito, se reproducen influenciando a los nuevos conjuntos que siguen su ejemplo. Envejecen donde los años no vienen solos, las diferencias comienzan a sentirse y se ve reflejado en los discos o presentaciones en vivo y por último se disuelve, la muerte, dándole un final poético, repentino o esperable. 

La separación de un grupo cala hondo en el corazón de mucha gente. Los fans pasan por etapas de negación e ira, negociando con esos sentimientos para caer en la depresión profunda, para finalmente encontrar la aceptación y la reconstrucción. Estas etapas, aunque difíciles, son inevitables y se experimentan de distintas maneras.

Los fanáticos llevarán consigo la carga de los recuerdos vividos, la música y la cultura que una banda ha generado, manteniéndola viva a través de las generaciones. Los nuevos escucharan mediante las plataformas las discográficas de las bandas, mantendrán vivo su leyenda y esperaran, ¿por qué no?, una vuelta.